martes, febrero 27, 2007

Pertenecer y vivenciar la comunidad

Si alguien quisiera ingresar a la CCDA, tendría que crecer junto con toda la comunidad, y para eso hay que aprender. Y por supuesto que para aprender hay que dejarse enseñar.
¿Hay que estar frente a la CCDA como rindiendo exámen? Definitivamente no. Como es Dios quien nos llama es a Él a quien hay que responder. Responderle como rindiendo un exámen sería desvalorizar la llamada. La llamada no es un puntaje que hay que lograr, sino es el inicio de una forma de vivir que se va desarrollando, que va creciendo, porque tiene una meta a la que llegar, y esa meta es la de asumir en nosotros la mirada que Dios tiene de las personas, es la mirada del amor y de la verdad.
Pero nos ayudamos todos a crecer todos puesto que la meta es para toda la comunidad. El crecimiento en el amor y la verdad exige una purificación de nuestra mirada y de nuestra manera de tratar a los demás. Como somos una familia como tal nos alentamos, nos corregimos y nos exigimos, no para imponer ningun capricho de nadie, sino para ayudarnos a responder con una libertad responsable a la voluntad de Dios, cosa que hemos visto a nuestro guía San José de Calasanz vivir.
Si se hiciera la voluntad de Dios así en la tierra como en el cielo estaríamos viviendo el gran deseo de amor de Dios sobre toda la creación. Por eso, hacer su voluntad es adelantar el cielo, es abrir nuestro mundo personal, nuestro tiempo personal, nuestra realidad a la grandeza del amor de Dios que no falla, que es fiel, y que no se acaba. Hacer la voluntad de Dios se nos vuelve una urgencia porque todos necesitan el amor de Dios. Todos anhelan ese amor en lo profundo de sus corazones. Nosotros también. Y además de entenderlo, de buscarlo, estamos llamados a ser instrumentos de ese amor, pequeños, inútiles y dóciles.
La corrección fraterna, tiene como origen, como motivación, la misma Palabra de Dios que nos anima, nos estimula y nos habla a nosotros, para que la sigamos, para que viviendo según esa Palabra realicemos la voluntad de amor del Amor.
La obediencia a la Palabra no es siempre agradable. Es una obediencia en fe, porque Él, el Señor, es el que nos ha llamado. Creemos en Él, confiamos en Él, nos sumergimos en Él, y nos adherimos a Él. Y como nuestra voluntad no está totalmente adherida a la de Dios, tenemos que reeducarla permanentemente, tenemos que reeducarnos permanentemente. Y los demás nos hacen ver lo que nosotros no podemos ver por nosotros mismos. Por eso nos necesitamos y nos enriquecemos mutuamente con la corrección fraterna.
Es necesario superar las barreras que nuestro orgullo, nuestras desvalorizaciones, nuestras limitaciones, nuestras debilidades, nuestros pecados y malos hábitos, ponen ante ese proceso permantente de conversión y de purificación, de transformación y reeducación. La meta es impresionantemente valiosa.
Maravillosamente hemos sido llamados, Dios no se ha fijado en nosotros sino por pura gracia, y nos suma a su obra. Demos gracias siempre a Dios. Cada uno debe querer por sí mismo convertirse, cambiar, madurar, crecer en el amor, reeducarse en el amor y la verdad.